miércoles, 28 de mayo de 2008

La libertad comunicativa que ofrece la Red frente a los límites comerciales justificados en la Propiedad Intelectual

Javier Cremades plantea un interesante debate en el capítulo ocho de su libro “MICROPODER, La Fuerza del Ciudadano en la era Digital”. En este capítulo, titulado “El Micropoder de las Ideas”, expone una cuestión que afecta a prácticamente todos los ciudadanos del mundo desarrollado, es decir, a todos los ‘conectados’. Se trata de la pugna entre los partidarios de la libertad de la transmisión de las creaciones intelectuales, los commons o ‘procomunes’, y los defensores del control de acceso a estas creaciones para preservar la Propiedad Intelectual que inevitablemente se ve alterada con el desarrollo de la Red de redes.

Por un lado, Cremades ofrece el punto de vista de los autores de las producciones audiovisuales, musicales, literarias, de investigación, etc., para los que el Derecho a la Propiedad Intelectual garantiza su subsistencia o evita que tengan que malgastar energías en ganarse la vida de otras formas. Por otro, defiende los principios de la libertad digital sobre los que trabajaron los primeros creadores e investigadores de Internet. Esta es la postura de los 'procomunes', que reconocen el derecho la difusión y el acceso a múltiples informaciones, archivos o documentos en un sistema de intercambio de conocimiento gratuito y universal.

Aunque parece evidente que el rápido y continuo desarrollo tecnológico unido a la creciente implantación de la Red en un cada vez mayor número de hogares puede afectar negativamente a la producción intelectual, debemos tener en cuenta que los mayores beneficiarios de las diversas medidas que supuestamente defienden el Derecho de la Propiedad Intelectual son las grandes empresas editoriales, discográficas, cinematográficas, etc.

Estas empresas que no lograron hacerse con el control de Red y tratan de aprovechar cualquier oportunidad de negocio hacen lo posible por limitar el acceso de los usuarios de Internet a documentos o archivos que han sido difundidos por otros internautas en el sistema de intercambio global. Además, el desarrollo de la tecnología digital y de la comunicación online ofrece nuevas posibilidades lucrativas, como Apple iTunnes, para los artistas y las grandes compañías para las que trabajan ya que pueden ofrecer nuevos servicios o llegar a un público mucho más amplio, y éstos no dudan en aprovecharlas aunque también reclamen el control del acceso a sus obras que permite Internet.

Como dice Javier Cremades en este libro, cuando Tim Berners-Lee sacó adelante su proyecto hipertextual en 1991 en CERN, “renunció a cualquier concepción de que la Web era su propiedad intelectual, e insitió en que debería considerarse una ‘creación social’ diseñada para ayudar a la gente a trabajar unida”. De esta forma, el principal creador de la mayor revolución comunicativa desde Gutenberg impidió que ningún ente individual sacara partido a costa de la limitación del acceso a los millones de documentos o archivos que se difundirían a través de la Red.

Cremades afirma que Berners-Lee, en su libro titulado Weaving the Web, declara que “las personas de Internet construyeron la Web”, es decir, la Web es el resultado de la actuación de miles de personas, millones en la actualidad. Vemos que, desde sus orígenes, la Red se basa en una idea solidaria de difusión y acceso que ha llevado a su extraordinario desarrollo, inimaginable en el momento de sus inicios. Así pues, la libertad de divulgación y acceso es imprescindible para el desarrollo de Internet y, por consiguiente, el progreso de la Sociedad de la Información.

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